Origen: GUAPI, CAUCA
Acto I: La fibra
En Guapi, Cauca, el monte habla en voz baja. Allí, la paja tetera y el chocolatillo crecen bajo condiciones de humedad constante. No se recogen a máquina, se cortan a machete y a pie. Se cargan al hombro, se sacuden, se lavan y se ponen a secar.
Ese es el principio. Antes del diseño, antes del color, antes del viaje a Londres o a Nueva York, está esto: una mujer recogiendo fibra con las manos húmedas y los pies enterrados en barro.
Acto II: Las manos
“Las manos saben antes que la boca” eso es lo que decían los ancestros y lo que demuestra una vez más esta historia.
La mayoría de las tejedoras ha aprendido mirando a sus madres. Nadie les dictó instrucciones. Su cuerpo, solo, se ha encargado de repetir lo que ha visto. Hoy muchas de ellas lo hacen con los ojos cerrados, otras con los dedos firmes pero todas con la espalda erguida.
Pero antes de tejer está teñir, y eso solo se logra una vez seca la fibra y a través del achiote, carbón, barro o raíces hervidas. Luego de esto, la magia comienza.
El cruce de lazos más común es el radial (desde el centro hacia afuera), aunque el asargado diagonal permite dar más cuerpo. No hay moldes. No hay patrones escritos. Lo que hay es ritmo. Cada punto es una decisión. Cada hebra tiene una intención.
Acto III: El gesto
Durante generaciones, los canastos cuatro tetas circularon en silencio por las comunidades del litoral Pacífico. No tenían nombre comercial. No estaban en vitrinas. Eran parte de la vida cotidiana. Los usaban los hombres para llevar comida al monte, cargar leña, traer pescado. Eran firmes, funcionales y, como todo lo importante en el territorio, hechos a mano.
El nombre “cuatro tetas” surgió por su forma: cuatro protuberancias que sobresalen del cuerpo del canasto, dos arriba y dos abajo. Son los puntos donde nacen las asas, pero también, en la lectura ancestral, representan el sustento, el origen y la madre.
En algunas interpretaciones, evocan los cuatro cerros tutelares de Santa Marta, considerados por comunidades indígenas como símbolo de equilibrio y fertilidad. El nombre se volvió clave cuando comenzaron a salir de Guapi hacia ferias nacionales.
La persona que los puso sobre el mapa fue Luis Ferney Mejía, quien en sus recorridos como promotor cultural vio cómo las mujeres Eperara Siapidara tejían estas piezas y comprendió que allí había mucho más que una artesanía: había un lenguaje visual, un sistema de memoria, una forma de vida. Fue él quien les propuso transformarlas en carteras sin alterar su estructura, visibilizar su nombre con fuerza y proyectarlas como símbolo de origen.
Con el tiempo, la comunidad, liderada por las mujeres, recuperó no sólo el valor económico del objeto, sino también su carga simbólica. Lo que antes era solo un cesto hoy es una pieza identitaria, con fuerza estética y fondo cultural.
Llevar una “cuatro tetas” no es llevar un accesorio. Es cargar en el hombro un relato del Pacífico colombiano.
Acto IV: El viaje
Estamos hablando de una comunidad con nombre bíblico. Y para llegar no es necesario transitar el nuevo testamento. A unos veinte minutos en lancha desde Guapi, entre el río Nape y la espesura del monte, está Canaán, el lugar del que hablamos.
No es un pueblo grande ni una marca en los mapas turísticos. Es una comunidad conformada por familias desplazadas del resguardo indígena de Guaigüí, que llegaron allí buscando paz después de años marcados por la violencia. Encontraron tierra, monte y, sobre todo, continuidad: el tejido seguía siendo posible.
Allí es donde hoy se produce gran parte de las carteras “cuatro tetas”. Las fibras se siguen recogiendo a mano, se siguen tiñendo con barro y se siguen trenzando entre mujeres que aprendieron mirando. No hay taller, hay casas de tabla con techos de zinc, mesas compartidas y palabras que se dicen en voz baja mientras los dedos avanzan.
Fue también desde Canaán que Luis Ferney Mejía entendió que no bastaba con visibilizar la técnica: había que construir una estructura que la sostuviera. Llegó allí siendo muy joven, desplazado desde Timbiquí, sin saber que lo que estaba mirando sería su proyecto de vida.
Fundó Tradición Entretejida, aprendió a tejer, enseñó a otros y creó un modelo colectivo donde cada pieza tiene trazabilidad, precio justo y voz propia. No industrializó nada. Sistematizó lo esencial: el respeto.
Hoy las carteras viajan desde Canaán a vitrinas como Bergdorf Goodman en Nueva York y Harrods en Londres. Se venden por más de 400 dólares. Han sido parte de colecciones de Johanna Ortiz y expuestas en ferias internacionales.
Acto V: La herencia
En Canaán funciona la Asociación de Artesanos la Gloria de Dios, integrada por más de treinta mujeres que tejen para vivir, pero también para enseñar, para transmitir, para sostener el hilo.
Ellas no trabajan por volumen, ni por colección, ni por temporada. Cada pieza nace distinta. Cambia con el clima, con la conversación del día, con el silencio. Algunas tienen el trazo más tenso, otras más suelto. Unas usan un solo color, otras combinan tres. Lo que no cambia es lo que representan: una historia tejida desde la memoria y no desde la moda.
Gracias al acompañamiento de Artesanías de Colombia, estas mujeres han aprendido a documentar sus patrones, a estandarizar procesos sin perder identidad, a llevar su trabajo a vitrinas nacionales e internacionales.
Sus creaciones ya han estado en ferias como Expoartesano, Expoartesanías, y vitrinas especializadas en Europa y Estados Unidos, sin embargo hoy ninguna se presenta como empresaria o diseñadora; todas dicen lo mismo cuando se les pregunta qué hacen: “yo soy tejedora”.
Acto VI: La puntada final
Las carteras cuatro tetas son fibras que pasaron por las manos de una mujer en el Pacífico colombiano, por el agua del río, por el sol que seca lento, por el barro que da color. Son una historia que no se grita, pero que pesa.
Preservar ese saber (el que no aparece en libros, el que no se aprende en talleres de fin de semana) no es un lujo. Es una forma de resistencia. Una forma de seguir existiendo sin pedir permiso.
Y si querés llevarte más que una cartera, si querés llevarte memoria, origen y arraigo, en Expoartesano 2025 vas a encontrar las cuatro tetas en todos los tamaños, en todos los colores, con la dignidad intacta de quien las hace.
Nos vemos del 11 al 20 de julio en Plaza Mayor Medellín.